Entona divinamente lo que nunca entendió

En la terraza y sin testigos más que una que otra ondonada de jazmín o geranios que tanto apestan pero tantos buenos recuerdos acarrean; un broche de madera abre su pecho y aprieta una blanca sábana, hermana de otra, y de otra. Otro broche hace lo mismo.
En esa cooperativa de compás, el cantar en un idioma extraño brota de sus labios y ella entona divinamente lo que nunca entendió. Recuerdos de vidas futuras en una escena adyacente.

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